Tuesday, January 30, 2007

DENNY DOHERTY "Watcha Gonna Do", Dunhill Records, 1971 (Discos a recuperar, 1)

Como son las cosas. Acababa de recuperar el LP “Watcha Gonna Do” hacía solo unos días cuando me enteré de la muerte de Denny Doherty, la voz de The Mamas & The Papas. Un nuevo episodio de ese triste ritual que, sobre todo en los 3-4 últimos años, de forma inexorable nos va privando de nuestros héroes y amigos íntimos. Lo cierto es que recuerdo perfectamente cuando compré el disco. Hará cosa de un par de años, a un dealer americano que, en el último día de la feria de discos, liquidaba su stock para volverse más ligero a casa. ¡Y vaya material tenía! Originales USA en perfecto estado en su mayoría. Afortunadamente pude aprovechar la situación, y quien se fue a casa ligero fui yo, ¡pero de pasta! Entre ellos éste, el primero de los dos únicos discos que Denny Doherty editaría al margen de los Mamas. Probablemente un álbum pergeñado para cumplir obligaciones contractuales con Dunhill Records, pero no por ello un disco menos aprovechable. Ya la foto de la portada me tenía atrapado –también hay que ser muy fan de los Mamas, y yo lo soy-, y luego la espectacular foto de estudio con todos los músicos en el interior del gatefold. En fin, el cartón duro, el grueso lomo, el vinilo prístino… por favor, que a nadie se le ocurra mentar las puñeteras descargas digitales en mi presencia. En fin, que me voy por las ramas. La música, sí. La verdad es que, aunque con cuentagotas, Denny ya había dado muestras de sobrada habilidad compositiva firmando junto con John Phillips alguno de las más memorables canciones de The Mamas & The Papas como “Got A Feelin”, “I Saw Her Again” o “For the Love of Ivy”, pero fue su preciosa voz la que le ganó fama y reconocimiento. Para este disco se hizo ayudar de Linda Woodward a la hora de componer un repertorio de amables melodías entre la herencia gloriosa de su grupo anterior y los introspectivos y amables aires de la emergente escena de cantautores californianos. “Watcha Gonna Do”, que abre el disco, es tal vez su momento más comercial con una infecciosa melodía, de esas que se te quedan grabadas al instante, pero al margen de las versiones incluidas (“Honky Tonkin” de Hank Williams y el medley “Here Comes The Sun / The Two Of Us” que cierra el disco), el álbum contiene momentos tan inspirados como la preciosa “Gathering The Words” –mi favorita- o “Tuesday Morning” (coescrita con su viejo amigo Barry McGuire, que también toca la guitarra y hace voces en el disco, y que sorprendentemente me remite al tema de mismo título escrito por Joey Molland para Badfinger, y que se puede encontrar en su LP de 1971 “Straight Up”), o “I Still Can’t Hear the Music”, otro gran momento . Con un plantel de músicos de órdago, destacando sobre todo la omnipresente steel guitar del gran Buddy Emmons, la producción a cargo de Bill Szymczyk (que se haría de oro produciendo más tarde a los Eagles), y arreglos a cargo del gran Jimmie Haskell, el acabado es ciertamente notable. Country pop, en definitiva, sin grandes complicaciones ni pretensiones. Nada del otro mundo, sin duda, pero sí una excusa ideal para pasar un rato más que agradable y para rendir tributo a una de las más bonitas voces del pop.

Friday, January 12, 2007

THE ROCKINGBIRDS: ¡clásicos!


Puede sonar a la más manida de las historias de rock ‘n’ roll, pero lo cierto es que la incógnita a despejar en la ecuación disco de debut perfecto más sello hip y predispuesto igual a fracaso comercial estrepitoso, nunca ha sido fácil de resolver. Y si no que se lo pregunten a los Moby Grape, Brinsley Schwartz y The Beat de esta vida. En el caso que nos ocupa puede que la solución la encontremos en una suerte de “lugar equivocado, momento equivocado”. ¿Hubiese resultado el asunto diferente si “The Rockingbirds” hubiese aparecido cinco años más tarde y lo firmase un grupo de Minneapolis? Es difícil de saber, pero cuando las denominaciones “americana” o “alt country” son hoy ampliamente asumidas hasta por el más moderno y enterado sector de público y crítica, me juego algo a que podríamos estar ahora hablando de un disco tan influyente en esa escena como cualquiera de Uncle Tupelo o Whiskeytown, sin ir más lejos. Sin embargo, cuando su debut se puso a la venta en 1992 parecía que los londinenses The Rockingbirds se iban a comer el mundo. Heavenly Records acababa de firmar un contrato de distribución con Sony y en las primeras semanas desde su edición, el disco había vendido más de 10.000 copias: ¿unos londinenses jugando a ser los Flying Burrito Brothers? ¿Y por qué no? La realidad es que se quedaron a las puertas de un éxito que sin duda merecían. El personaje clave de esta historia responde por el nombre de ALAN TYLER. Militante, en otros tiempos, de la cultura post-punk y firme creyente de su ética anti-rock, el bueno de Alan tuvo una revelación escuchando unos cuantos sencillos primerizos de Elvis en una fiesta, y se tira los tres años siguientes escuchando al señor Presley y a Hank Williams. Así las cosas y tomando como base de operaciones el 123 de Camden Road (ver foto de portada de su primer LP), Alan consigue involucrar a unos cuantos amigos y los Rockingbirds cobran vida: Alan a la voz y guitarra, Andrew Hackett guitarra solista, Patrick Arbuthnot a la pedal steel, Dave Morgan (ex –Weather Prophets) a la batería y Dave Goulding al bajo. Tras los obligatorios ensayos y primeros bolos el grupo consigue llamar la atención de Jeff Barrett, que venía de trabajar en los departamentos de prensa de Creation y Factory, y era dueño de la incipiente discográfica Heavenly. Entusiasmado con lo que oye, Barrett decide publicarles su primer sencillo y financiar un primer LP. Grabado en Londres y producido por Clive Langer (Madness, Teardrop Explodes, Morrisey…), el álbum es un compendio de grandiosas canciones pop teñidas de suaves aromas country. Canciones así, con mayúsculas, sin mayor pretensión que la de hilvanar los tres acordes de siempre para dar rienda suelta, de la forma más harmoniosa y melódica posible, a las mismas historias de siempre. Pero es ahí, precisamente, donde radica siempre la dificultad, ¿no creen? Un disco que podía haber sido grabado en 1969, en 1974 o en cualquier otra fecha que gusten. Clásico. La gran recepción de crítica (uno de los mejores discos de 1992, según el NME), se vio refrendada por apariciones en festivales de postín (Glastonbury, Reading, Finsbury Park Fleadh, etc.), y giras por todo el Reino Unido.
Después de un igualmente sobresaliente segundo, y casi póstumo, álbum “Whatever Happened to The Rockingbirds” (Cooking Vinyl/Heavenly, 1995), el grupo se disolvió, y cada cual siguió su propio camino. Así Andrew Hackett ha trabajado con Edwyn Collins y Sean Read con Beth Orton, pero es Alan Tyler quien, de alguna manera, ha mantenido vivo el legado de los Rockingbirds. Tras la disolución del grupo formó, junto a Sean Read, The Famous Times. Pero eso, y lo que ocurrió después, es ya otra historia que contaremos en otro momento.

¡Aquí estamos!


Esta entrada tenía que haber aparecido hace tiempo. Esa era la idea. Pero también teníamos (corrijo, tenemos) pendiente un nuevo número impreso de Otoño Cheyenne desde hace más tiempo aún (el trabajo en el nuevo número está bastante avanzado), y hasta que éste sea una realidad hemos decido abrir esta moderna vía de comunicación, en la que daremos salida a nuestras obsesiones. Empezamos con los Rockingbirds (más arriba), que son favoritos del fanzine por muchas razones, y desde luego no será la primera entrada que tengan.