Hará unos 15 o 16 años que mi padre me compró este libro y escribo estas líneas pensando en él. Un acontecimiento de lo más trivial por lo demás, pero que para mí y con el paso del tiempo, ha adquirido esa especial resonancia y trascendencia que adquieren a veces este tipo de acaecidos. Además, recuerdo perfectamente el momento y las circunstancias. Fue en la Casa del Libro de Bilbao, la original, en la calle Colon de Larreategui. Creo que habíamos salido a hacer algún recado o alguna gestión, y en estas que pasamos por delante de la librería y decidimos entrar. He de decir que en casa de mis padres los libros siempre han ocupado un lugar privilegiado, tanto cuantitativamente (para desespero de mi madre) como cualitativamente (¡nada mejor que un buen libro!). Y en ese afán de los padres por transmitir a sus hijos las enseñanzas que consideran prioritarias y fundamentales, mi padre siempre ha tratado de inculcarnos ese amor sincero por los libros... y al final lo ha conseguido, sin duda. Que mayor placer pues que poder complacer a un hijo cuando su única demanda consiste precisamente en la adquisición de un libro…
Pero me centro.
Jim Carroll y The Basketball Diaries... Fue verdaderamente providencial e inesperado encontrarlo. Se trata de la edición inglesa de Faber & Faber, publicada en formato bolsillo en 1987. La foto de la portada es un "closeup" de la que aparece en la edición original (reproducida más abajo). Además esta edición incluye los poemas en prosa de "The Book of Nods". Pero la cuestión es que, en mi universo particular, The Basketball Diaries había adquirido para entonces dimensiones casi míticas... como todo lo que rezumase aromas del Nueva York de finales de los 70. Y ahí Jim Carroll ocupaba un lugar privilegiado (junto a Patti Smith, Tom Verlaine, Richard Hell...) Por eso, encontrar por casualidad esta edición, y que mi padre accediese complacido a comprármela supuso tanto para mí. No olviden que entonces, tener acceso a este tipo de material no resultaba fácil.
Me entregué a su lectura de lleno. Imagino al lector de estas líneas familiarizado con, al menos, el contenido del libro. Entre 1962 y 1966, es decir, entre los 12 y 16 años, Carroll escribió unos diarios que daban cuenta de su vida en las “malas calles” de Nueva York, mientras asistía a las clases en un colegio privado, jugaba al baloncesto, tenía más sexo del que podía imaginarse y hacía las veces de chapero para financiar su creciente adicción a la heroína. Pero, ¿cómo era posible aquello que estaba leyendo? Aquello no podía dejar de impresionar ni al más vivido de mis conocidos o, incluso, desconocidos. Era un texto ágil, crudo, casi descarnado... sin florituras, pero a la vez se podía vislumbrar, en medio de tanto desfase, el aliento poético que inspira la prosa de aquellos que “lo tienen”. Quedé subyugado. Fue después cuando conseguí por fin la reedición en CD de su primer disco, “Catholic Boy” (ese en el que aparece retratado junto a sus padres), que pude comprobar también que todo lo que había leído sobre las grandezas de este poeta convertido a rockero eran ciertas, y aquellas canciones (Wicked Gravity, People Who Died, Day & Night, Catholic Boy, City Drops Into The Night -¡qué título!-… en fin, ¡todas!) se convirtieron en banda sonora de mi vida. Igual que las imágenes evocadas por The Basketball Diaries.
El texto fue llevado al cine como “Diario de Un Rebelde” con un jovencísimo Leonardo DiCaprio haciendo las veces de Jim Carroll. No he visto la película, ni ganas que tengo (salvo que alguien, con argumentos de peso, me saque de mi obcecamiento), pero fue estrenada por aquí y cuenta con su correspondiente edición en DVD. Ediciones B aprovechó el tirón y publicó una traducción del libro con el mismo título en 1996, aunque creo que en estos momentos está descatalogado. Carroll falleció el pasado mes de septiembre… otro más que añadir a la lista de “gente que murió”… “they were all my friends / and they died”.
"Read Rimbaud, read Jim Carroll..."